-¿Qué tiene que ver todo esto conmigo?- le cortó Jarque –Y, más importante aún, ¿qué pinta Errante en todo esto?
-Algo me dice que Errante es Kasper.
-¿Qué dices, tío? Se te va la pinza- Jarque se sentó pesadamente en una silla, mirando a su compañero sin comprender lo que decía -¿Cómo va a ser Kasper? ¡Por el amor de Dios! Si estás hablando de una ópera. Y esto –dijo cogiendo las fotos con la mano- es obra de un loco. ¿Me estás diciendo que Errante se ha fugado de una ópera de hace 300 años para venir a vengarse de mí.
-180- le corrigió el vasco –Y no. No digo que él sea Kasper realmente. Me refiero a que, quién quiera que cometiese ésta barbaridad, se creyó Samiel y usó a Errante en su beneficio. Y tú eres Max, por eso ahora viene a cobrarse tu alma.
Jarque se levantó de su salto, dejando caer las fotos y el informe del brutal asesinato cometido en la casa de la calle San Francisco dónde empezó todo. Se tambaleó mareado hasta la mesa de las bebidas y se puso un whisky antes de preparar un gintonic para Echevarri. Se bebió su vaso de un trago y lo rellenó mientras el vasco se acercaba a tomar su copa.
-Yo no he vendido mi alma a ningún demonio, Echeva, eso es una locura. ¿Cómo podría haber hecho eso?
-Soy científico. Friki, sí –dijo con media sonrisa- pero científico. No creo en lo sobrenatural. No creo que existan demonios y mucho menos que alguien pueda venderle su alma. Pero quién hizo esto puso sus ojos sobre ti. Tal vez porque –continuó Echevarri- disparaste a ciegas y acertaste.
-Maté a mi compañero y lo dejé allí.
-¿Y si tu compañero debía morir? Tal vez él era el objetivo de todo. ¿Qué sabes de él?
-En realidad –concluyó Jarque- Nada. Era el primer día que patrullábamos juntos. Y fue el último de su vida.
(sin que sirva de precedente, les incluyo la obertura de “El cazador furtivo)