Los ojos llorosos ante la pantalla del ordenador. Esperando la hora de acostarse. Rostro cansino. Cansado. Exasperado con un día que no acaba. La ventana se mueve por el viento de fuera. Apaga el ordenador. Camina tranquilo, con adormilado paso, hasta cerrarla. Mira el reflejo inexistente del cristal. No encuentra brillo en la mirada cansada. Un día más.