Y estos días, en los que he estado -y estoy- metido en terminar de perfilar la novela y dándole vueltas a un nombre que, no sé porqué, me devuelve al título otorgado por su Católicas Majestades: Pedro Hernández de Cabrón, Capitán de la Mar. Pues, como les decía, en estos días mi cabeza parecía haber dicho basta. Pero no. No puedo. Soy adicto al blog. Lo reconozco. Espero no tener problemas en los próximos días, pues ya aviso: marcho a la India, tal vez entren las entradas cada día, tal vez no. Solo espero que el día 18, puedan tener un simple ¡Hola que tal!, sino, habré muerto. Tal vez mi avión haya caído del cielo o me hayan confundido con un cerdo, nunca se sabe. Pero sí es así: os quiero a todos. Mi colección de figuras para Antonio, que sabrá valorarla. Mis libros para Natalia, que tiene una casa grande donde le entrarán (¿de verdad estás comprometida con Antonio para dentro de 6 años? Mira que yo soy mejor partido, que ese es un loser), mi cuerpo para los pececillos si caigo en el mar, y para los gusanos si es tierra. Y, sobre todo, aprovechen mi cuenta corriente para darse una gran juerga. Porque ¿qué sería la vida sin estas pequeñas alegrías, por Tutatis?