Hay cosas en esta vida que no cambian. Ni deberían hacerlo jamás. Y en el verano de la urbanización ese algo son las meriendas en casa de Irene. Tardes de piscina y bizcocho que se repiten año a año desde hace ya demasiados. Nos hacemos viejos, me temo. Porque ahora esas tardes son recordadas y esperadas, llorando a los ausentes como si de compañeros caídos en batalla se tratasen.Pero en tardes como la de ayer no se puede hablar del peso. Porque ningún verano sería lo mismo sin los pasteles y bizcochos de casa de Irene. Cierto que ayer no estábamos todos y que el recuerdo de Dani venía una y otra vez. Allí, sentados en la mesa y volviendo lentamente a nuestra realidad. A la del hoy y el mañana. A la de treintañeros trabajadores de todo ámbito que buscan lentamente su lugar en la sociedad en la que viven. Que sueñan con un futuro similar al presente. Donde los amigos sigan estando a nuestro lado, como esta tarde en casa de Irene. Como tantas otras tardes en casa de Irene. Recordando tantos años de amistad pasada y sabiendo que, al menos nosotros, seguiremos juntos otros muchos años. Sin importar cuantas vueltas de la vida.
Al final, en las colas de renovación del DNI volveremos a vernos los mismos.
magnífica tarta de san marcos del sábado…..mmmmm
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que se lo digan a Antonio, que no pudo ni salir por Conil, jajaja
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Ahhhh javi, eso es del dia que nos encontramos. buen cafelito y mejor rato juntos. Un abrazo!
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