Al menos, eso sí, moverse en el Infierno Azul que conduzco tiene sus ventajas. Y ayer lo viví en primera mano. En la autovía de Chiclana, camino del trabajo mañanero en la casa del Dios cristiano, mi colega en los altares y jefe en lo laboral. Y, de pronto, todos parados. Despacito. Media hora para un recorrido de dos minutos. La ventana bajada, el cristal sucio. El sudor nublando mi vista y empañando mis gafas, esas que ocultan mi divina identidad, como la de Superman. Y, al final del camino, los hombres de verde. Un gran control de la Guardia Civil. Y cada coche, uno tras otros, siendo parado y registrado. Algo buscaban, sin duda. Y mi divino vehículo circuló hasta el lugar de marras, o de hechos. Entre un BMW todo terreno y un C4 negro -¿los hacen de otro color?-. Y allí nos paramos. Y el Guardia, que ya me había ordenado detenerme me miró a los ojos. Y luego al coche. Y luego otra vez a mi:
-¡Anda! tira, tira.- y casi susurrandole al compañero- si este pasara algo, al menos llevaría aire en el coche. Como lo paremos mucho, le da un sincope de calo’.
Y es que, en el fondo, sería el mejor narco de Cádiz…. ¿alguien busca chofer?. Que el trabajo anda muy mal, hasta para los dioses como yo
Pues sí que andáis mal los dioses, jejeje. Una curiosa historia.
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Lo peor es que es real. Y no sólo ayer, ya me ha pasado otras veces. Se ve que tengo cara de niño bueno.
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