No guardo buenos recuerdo de las pitones. No es un bicho que me guste, aunque tampoco me disgusta, claro. Pero es que, saben, cuando uno tiene un recuerdo traumatico tiende a relacionarlo con las cosas más absurdas. Y mi trauma con el animalito nace un día muy lejano en casa de mi abuela. Recuerdo aquella partida de rol con una mezcla de miedo e incredulidad. Lo cierto es que no sé con qué juego estábamos. Tampoco recuerdo quienes estábamos. Sí que estaba el Ruso, Cocom, Fiesta, y Pablito Diablo.Pablito se levantó y se fue, lo siguiente que recuerdo es correr intentando salvar la cabeza mientras Pablito intentaba golpearnos con una pitón. No una serpiente, no, que ya hubiera sido doloroso, con una pitón de moto. De la moto de primo, para más señas. Y ya sé que no es lo mismo, que no es igual ese lindo animalito que una cadena de acero, pero que quieren que les diga, es escuchar el nombre y echarme a temblar y volver a ver como todos, amigos y enemigos, huímos despaboridos por la parcela, saltando muros, cruzando alambradas, para salvarnos de la pitón blandida por Pablito Diablo.