Dicen los padres de mis amigos y hasta algún amigo que, últimamente, cuando me ven por la calle, voy siempre sonriente y feliz. Y se lo comentan unos a otros como si eso fuese una novedad en mí ser. Es posible que últimamente esté más feliz, como también es posible que antes no se fijaran en mi cara y si en mi barriga.Ya sé que estamos en crisis, que la gente se agobia y que nos gobierna Zapatero. Pero el Cádiz vuelve a ganar, yo he comenzado a trabajar, estoy perdiendo muchos kilos y he conocido a gente maravillosa con la que me lo paso genial. He salido del armario del frikismo y digo sin miedo a los cuatro vientos que soy dios. No porque esté loco –que es posible y de ahí mi sonrisa perpetua- si no porque soy feliz con la vida que me ha tocado, con los amigos –de verdad y no esos otros que dicen serlo- que tengo, con la familia, con mis sobrinos –aunque me lloren y acabe un viernes por la noche con ellos en vez de en la calle- con mi trabajo, mis estudios y hasta mi peso –que aún no ha bajado de los 100, por cierto-.
O tal vez, simplemente, ahora vuelvo a ser yo. Menos preocupado de lo que los demás piensen de mí. Menos preocupado por estar a la altura de lo que se espera de mí. Más sencillo, con menos miedos y más cara. Harto de aparentar ser alguien distinto a quien soy. Harto de ser el serio, el callado, el prudente, cuando lo que tengo ganas es de reírme y decir y hacer el ganso.
Así que si a alguno le molesta mi felicidad, que se joda. Ya me definió Alfonso Guerra hace muchos años con un simple este chico es el de la eterna sonrisa.